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domingo, 28 de octubre de 2012

MIS VACACIONES EN MERIDA 2012 - PARTE 2



Viernes 10 de Agosto: La zona andina esconde tesoros naturales y sitios acogedores que enamoran al visitante. Los paseos por los alrededores de Mérida son todos tonificantes; uno de ellos es ir hacia Apartaderos, que es realmente bello, recorrer un páramo que parece sacado de la película de Heidi.
Ya en la vía pasamos por el pueblo de Tabay, que es realmente hermoso; por el Parque Temático Los Aleros; la población de Mucurubá, que incluye las aldeas de Las Cruces, Los Pozos, Escaguey, y Mucupiche; el Parque Alberto Carnevalli se encuentra a la salida de Mucurubá, al norte, vía Mucuchíes a orillas de la carretera trasandina. Allí existen cómodas instalaciones para acampar en familia, bajo grandes árboles cerca del Río Chama, con kioscos y parrilleras donde se convive con la naturaleza en un ambiente fresco y relajante.


Llegando al poblado de Mucuchies, se aprecia el Monumento del “Perro Nevado”: sobre un pedestal se encuentra la escultura del Libertador Simón Bolívar y junto a este, la estatua del Indio Tinjaca y él, un fiel perro de la raza Mucuchíes. Cuenta la leyenda que Bolívar estuvo en la zona en 1813 y que su anfitrión, como muestra de su lealtad, le regaló el niño y su perro al Libertador. El perro Nevado junto a su edecán, el Indio Tinjaca, compartieron con el Libertador hasta el 24 de junio de 1821 en la Batalla de Carabobo, cuando los mataron. Cuenta la leyenda que el Libertador Simón Bolívar se despidió del perro Nevado "con una lagrima de pesar profundo”...
Pasamos Mucuchies, un pueblo que me encanta y en lo más alto del hermoso y tranquilo pueblo, encontramos un enorme castillo de piedra que evoca las construcciones de la Europa Medieval, es el Hotel Castillo San Ignacio, con un bar-restaurant que conserva el ambiente con vigas de madera, paredes de piedra, mesas de caballetes y cocineras vestidas como en los siglos pasados. Tiene 60 habitaciones y cada una es diferente.
Cerca de Mucuchíes se encuentra el poblado de San Rafael de Mucuchies, aquí llegamos para fotografiar y admirar la famosa Capilla de Piedra, dedicada a la Virgen de Coromoto, construida a mano por Juan Félix Sánchez (cuando este contaba con 85 años de edad), pionero del turismo merideño que vivió y murió amando su tierra. La Capilla de Piedra marca la pintoresca entrada del pueblo, con su parque e iglesia al frente.




Ya de regreso en la ruta, cerca del pueblo Apartaderos, sobre una pequeña colina encontramos el Monumento de la Loca Luz Caraballo (una estatua que muestra a una mujer apuntando su mano hacia el cielo). Se hizo para honrar a la Loca Luz Caraballo, una madre que según una triste leyenda contada allí por muchachitos andinos y sus mejillas rosaditas; perdió la razón luego de que paulatinamente vio partir por diferentes razones a sus 5 hijos. Personaje que inmortalizó el venezolano Andrés Eloy Blanco, en un poema con el mismo nombre, convirtiéndolo en un icono de la región andina y de la literatura venezolana. “Tu hija ésta en su serallo, dos hijos se te murieron, los otros dos se te fueron detrás de un hombre a caballo”.
Seguimos paseando y al llegar a la curva (donde uno decide si tomar la vía del Collado del Condor o hacia Mucubají) elevé mi vista hacia los picos y no se podían ver, ya que estaban cubiertos por la neblina y pensé: “Que lástima que no estoy allí, pero luego me di cuenta que el manto blanco se extendía por toda la sierra. Llegamos a la Laguna de Mucubají, y al bajarnos el clima estaba helado y aunque el aire es puro, no te llena los pulmones, hay que tomárselo con calma porque la falta de oxigeno, algo característico que se hace notar en estos paisajes casi lunar de las carreteras andinas.  La laguna como siempre placida, sigue siendo tan bella como la recordaba, rodeada de riachuelos, bosques de pinos y frailejones (estas plantas típicas del páramo son un sueño con sus hojas suaves y peluditas, las gotas de rocío brillan en el centro de ellas como diamantes con la luz del sol). La Laguna de Mucubají es un paisaje de sorprendentes contrastes y de constantes y rápidos cambios lumínicos. Algunas veces, cuando es de día y no hay nubes, refleja un azul azulillo intenso que le caracteriza. Cuando no hay sol radiante, en época de lluvias, suele ser un paisaje bucólico, inmerso en la niebla, ocultando sus verdaderas dimensiones y sus bordes y nos ubica en medio de la nada, como si estuviésemos mirando al infinito. Agradecí a Dios este momento mágico de poder apreciar y disfrutar estos paisajes maravillosos, que tengo la dicha de recorrer cada vez que se puede. El aire es puro pero no te llena los pulmones, hay que tomárselo con calma porque la falta de oxigeno se hace notar en este paisaje casi lunar de las carreteras andinas.
La Laguna de Mucubají es una construcción natural glacial (de aprox. diez mil años de edad. La porción más oriental está limitada por una morrena terminal que selló el lecho original de la quebrada y detuvo su flujo de agua hacia el río Chama.
Desde la laguna se puede ir caminando (se requiere buenas condiciones físicas) u en caballo (con un guía) hasta la Laguna Negra. Es un paseo muy agradable a través de las imponentes montañas, al poco tiempo de que inicien la excursión hay un mirador con una linda vista a la Laguna Victoria (no se la pierdan). Un poco más adelante hay otro mirador donde pueden ver la Laguna Negra desde arriba pero lejos… y casi llegando a la laguna, podrán observar el riachuelo que nace de la Laguna Negra. La vista de esta laguna los deleitará, la recompensa del paseo será inolvidable… y si lo desean pueden seguir la excursión (a pie) hasta la Laguna de los Patos y el Pico Mucuñuque (pero tiene que avisar en el puesto de Guarda-Parques). Pero si no se atreve a realizar este paseo, sencillamente haga como nosotros; nos quedamos un buen rato, disfrutando el clima, paseando, tomando fotos y grabando a los que se atrevieron en medio de aquel frío a pescar una trucha para llevar, tomamos café con leche bien calientito.

Bastantes descansados, subimos al carro para emprender nuestro regreso a la vía para continuar nuestro paseo a Santo Domingo, esta ruta es uno de los caminos más bellos. Abundan las laderas con frailejones y las vistas hermosas. También se encuentra uno de los hoteles más bellos y todo un clásico, el Hotel Los Frailes, un antiguo monasterio convertido en hotel; ya casi llegando al pueblo de Santo Domingo, nos detuvimos en un local llamado La Casa del Pastel, en donde te hacen los pastelitos al momento y los tienen de variados rellenos, entre ellos: trucha ahumada, champiñón con queso ahumado, queso, carne, pollo, etc…, fue el sitio donde nos provoco desayunar, aunque ya era tarde.
Ya estamos en Santo Domingo, me encanta cuando está así de nublado, debe ser porque el frío en mi natal Maracaibo es nulo, que cuando tengo chance de viajar a Mérida uno de mis mayores placeres es andar disfrutando del clima, además me da la oportunidad de lucir mis gorras, guantes, bufandas, chaquetas y demás… ósea me incluye cambio de look. Claro, aparte de disfrutar del frío, queremos estirar las piernas.
Es la segunda vez que llegamos hasta Santo Domingo, la primera vez fue hace muchos años y visitamos el Hotel Santo Domingo. El poblado de Santo Domingo es un pueblito pequeño, rodeado de montañas, imponentes páramos, enormes frailejones y tranquilas lagunas. El lugar ideal para alejarse del ruido cotidiano, de respirar aire puro del páramo merideño, de contemplar la naturaleza aún virgen, de sentir la renovación del cuerpo y de sus alegrías. Se destaca por su producción de truchas, champiñones y artesanía. Los habitantes saben tratar al turista brindándole calidez.
 HOTEL TRUCHA AZUL
Lo caminamos para disfrutarlo y de pronto leí “La Sierra Hotel & Resort”, y le dije a mi acompañante, aquí debe haber un restaurant para tomar algo e ir al sanitario. Buscamos el carro y llevamos hasta su estacionamiento. Preguntamos en la recepción por el restaurant y ellos nos señalaron unas escaleritas preciosas por las que vas a bajar en frío, neblina y flores hasta llegar a un hermoso restaurant, tiene hasta una pequeña tasquita, donde nos sentamos, mi pareja se tomo unos calentaitos y cervezas, y yo algunas copas de vino y jugos de fruta fresca fabulosos, y los precios solidarios. Fuimos atendidos como príncipe y su princesa, con mucha calidez y amabilidad por el Sr. Clemente (aunque renuente a tomarle fotos), y a quien espero volver a ver en mis paseos merideños. La verdad es que yo me quede con ganas de regresar con más tiempo y tal vez hospedarnos una noche en el hotel que se ve tan bonito. Después de tomarnos unos cafés excelentes, emprendimos el viaje de regreso a la ciudad de Mérida.
Al llegar al final de la ruta Mucubají-Santo Domingo, si toman hacia la derecha cerca se encuentra el observatorio de Llano de Hato (donde podrá apreciar satélites, estrellas, planetas y una gama de cometas), Refugio Mifafi (donde viven los Cóndor en cautiverio) y cerca el pueblo de Apartaderos y luego el Collado del Cóndor. Nosotros tomamos hacia la izquierda, la ruta por donde mismo vinimos desde Mérida.
El regreso tranquilo, admirando los paisajes y gozando el clima, escuchando música venezolana. Definitivamente viajar a Mérida es encontrarse con un mundo tierno y mágico, en el cual nos liberamos del yugo de la vida cotidiana. Al llegar a Tabay, entramos al pueblo para almorzar en un restaurant que nos encanta y que ahora cambiaron su nombre por “El Callejón de la Cachapa”. Mi acompañante pidió trucha al ajillo y yo lomo de cerdo a la brasa con senda cachapa para luego intercambiarnos mitad y mitad jejejejeje. Riquísimo todo…

Y de aquí directo a la ciudad, ya en ella emprendimos para Los Chorros de Milla, para poder entrar al parque zoológico, es una de las mejores exhibiciones de animales, además es un lugar de preservación para la especie como el cóndor.


Allí se exhiben más de 160 animales (mamíferos, reptiles y aves) y alberga más de 2000 especies de plantas. Al estar visitándolo disfrutamos de lo maravilloso del parque atravesado por el río Milla. Recorrimos algunos de sus caminitos de piedra para admirar los felinos, los osos, entre ellos, el oso frontino; las dantas; aves, especialmente el cóndor andino, los monos que muy alegremente le mandaron saludos y besos a mi amiga Sayonara. También estuvimos en el cafetín y la concha acústica. Pasamos por las tribunas y las canchas de tenis. Visitamos el Orquidiario, el Museo de Apicultura y la Sala Febres Cordero, donde se encuentran toda la colección de obras de Don Tulio Febres Cordero.


Luego caminamos hasta el final, para ver la hermosa cascada llamada “Cascada Tibisay”, según la leyenda, sus aguas se formaron de las lágrimas derramadas por la Princesa Tibisay, después de la muerte en combate de su amado Murachí. Nos quedamos en el parque hasta que cerraron a las 6 de la tarde.
Luego seguimos por sus alrededores viendo las tiendas, creo que media o una hora más, que fuimos a comer fresas con crema y helado… y también postre Tiramisú de Cafa. Para luego retirarnos a descansar.


En la noche cenamos canelones a la bologñesa con ensalada de pollo y miel, en el restaurant “La Botana”, y como el ambiente estaba muy alegre, nos quedamos un par de horas saboreando unas chelitas bien frías, para bajar un poco la comida y entrar en calor. Para luego irnos a rumbear hasta la madrugada a “El Bodegón de Pancho”.

MIS VACACIONES EN MERIDA 2012 - PARTE 3



Sábado 11 de Agosto: Salimos en la mañana hacia un viaje al hermoso pasado de un país, a sumergirnos en las primeras décadas del siglo XX para conocer y vivir, de la mano de sus personajes, las costumbres, arquitectura, gastronomía, música y folklore de la hermosa geografía venezolana.  Un viaje en el tiempo que es posible en pleno corazón de las montañas andinas. Para ello, tomamos la carretera Panamericana y a tres kilómetros desde “La Casita de Sara”, encontramos desde donde abordamos al parque temático “La Venezuela de Antier”, en el cual son representados todos los Estados de Venezuela, comenzamos en El Castillo de Santa Rosa, donde nos dieron la bienvenida, aquí se inicia el recorrido por la historia de Venezuela (una parte) en este fabuloso museo. Cerca puedes cambiar los bolívares por lochas, la moneda oficial de La Venezuela de antier, en el Banco La Chirigua.
Para después, entrar en la aventura de conocer la verdadera Cueva de Caripe o Cueva del Guácharo la cual recorrimos. Luego probamos suerte en el tradicional juego que realizan en la Gallera Santa Inés… Y de aquí nos dirigimos a El Caney de la Comadre donde bailamos al ritmo de la música y folclore típico oriental mientras degustamos bocadillos y refrigerios típicos de esa región venezolana.
Continuamos hacia Los Llanos para seguir bailando y disfrutando de la recia música llanera mientras picoteamos una deliciosa carne en vara. Conocimos la impresionante hemeroteca y aprendimos un poco más de la geografía venezolana. En la Iglesia, veneramos a Nuestra Señora de Coromoto.
En Falcón, visitamos un museo donde vimos los primeros autos llegados a Venezuela, durante los años 20 del siglo pasado; y admiramos la fascinante arquitectura colonial de esta región.
En Miranda, nos encontramos con una impresionante escultura de un Diablo de Yare gigante, que es el símbolo de esta región. También bailamos al ritmo de los tambores y participamos en la fiesta tradicional de los Diablos de Yare.

Para luego pasar al Estado Aragua, donde apreciamos el museo de arte taurino, representado en la plaza de toros de Maracay.
Cruzamos el puente sobre la Laguna de Sinamaica y al hacerlo sentimos un nudo en la garganta mientras se nos nublaba la mente (como dice una gaita representativa de nuestra región zuliana); así llegamos al famoso barrio El Saladillo y la Esquina de Cambuleto, El Empedrao, las goajiras y las gaitas; que representan a nuestro amado Estado Zulia, donde nos sentimos como en casa porque también venden comida típica zuliana.
Continuamos hacia Lara, y al son del tamunangue y el golpe tocuyano vibramos  de emoción, como estar de verdad, en la capital musical y artística de Venezuela.
En el camino encontramos a Trujillo, en él visitamos el trapiche de caña y conocimos el proceso para elaborar sus derivados como el papelón, el alfondoque y los batidos. También probamos las bebidas espirituosas elaboradas en el alambique, el café tostado, molido y colado en el sitio y nos comimos una exquisita arepa de maíz pelado con cuajada.
Llegamos con la lengua de corbata al punto más alto del recorrido por la Venezuela de Antier, el Pico El Cóndor; y hemos rebajado parte de lo que nos hemos comido durante el recorrido; de aquí nos fuimos a Mérida, hasta una imponente casona colonial, aquí nos divertimos al vestirnos con trajes, yo de dama antañona y mi acompañante de chácharo para tomarnos retratos de la época; junto a un Packard 1931, que perteneció a la familia del Benemérito… Y sin perder tiempo avanzamos para Táchira, donde encontramos una de las más completas colecciones de autos antiguos y clásicos de América Latina, exhibidos en los patios y corredores de La Mulera, la hacienda del Benemérito. Intentamos  una audiencia con el General Gómez, pero no tuvimos suerte, ya que había mucha gente haciendo cola por una.
Así que mejor proseguimos hasta el cabaret El Gran Salón de la Clandestinidad, un lugar en el Distrito Federal, ideal para conspirar en contra de “el bagre” apodo despectivo  de Gómez. Cantamos, bailamos y conspiramos al  ritmo del charleston, el cha, cha, cha; el mambo, el son y el guaguancó”. Esto fue un disfrute total, exclusivo y familiar, sin dejar de sentir el ambiente de cabaret, con las más deliciosas bebidas de coctelería mundial. Aún embriagados de alegría nos sentamos en la Plaza Caracas, a escuchar la acostumbrada retreta mientras nos recreábamos la vista y el espíritu con la exuberante vegetación de la zona.
Algo cansados nos dispusimos a ir en busca de los 2 lugares que nos faltaba visitar; primero fuimos a Territorio Federal Amazonas, hermoso… el lugar para descansar, reposar y entregarse al placer de sentirse cerca de la naturaleza. Churuatas Piaroas, Yanomamis, Maquiritares y Curripacas cobijan el misterio y el encanto de esta exuberante región de Venezuela… y por supuesto admiramos las costumbres y artesanías de nuestros indígenas.
Finalmente, abordamos un vehículo rústico que nos condujo por carreteras de tierra hasta llegar al área recreacional agroturística de la Venezuela de antier,   Yaracuy, Tierra de Mitos y Leyendas, aquí desde  El Mirador de Capuchinos, disfrutamos la imponente vista de la Sierra Nevada. Luego caminamos unos 5 minutos hasta la vaquera del fuerte San Vicente, donde observamos interesantes aspectos sobre la ganadería de altura. Continuamos la caminata por 10 minutos más, a través de bosques y senderos hasta el pueblo de San Felipe, en el cual descansamos y nos refrescamos, mientras apreciamos la exuberante vegetación de esta zona.


Después de aislarte de la realidad para disfrutar con intensidad un viaje que te hace sentir que realmente vives en aquellos inmortales años 20; en los que Venezuela vivía una férrea dictadura al tiempo que crecía con la aparición de los primeros yacimientos petroleros y con el restablecimiento de la paz… Decidimos que lo que restaba de la tarde, debíamos aprovechar para pasear por la vía que va hasta el pueblo de Jají, uno de mis poblados favoritos, el típico pueblito andino, el lugar que más me impacto en mi adolescencia, al visitar por primera vez el Estado Mérida (quizá por eso -y muchas otras cosas- le tengo especial afecto a esta zona de los andes venezolanos). Un  lugar turístico por excelencia, que el gobierno hace años restauró y mando a pintar todas las casas de blanco y le puso calles de piedras, así lo recordé con sus calles empedradas, llenas de gente visitando el pequeño poblado, las ventas de dulcería criolla y artesanía, los paseos a caballo que realice con mis sobrinos por sus alrededores y la calidez de sus pobladores, así que con esos recuerdos en mente partimos rumbo a Jají... Con todo lo que había degustado en la Venezuela de antier, en la vía sentimos hambre por lo que llegamos al restaurant La Haciendita, pero estaba a reventar así que seguimos nuestro camino. Luego encontramos en la curva antes de La Chorrera de las Gonzalez (hermosa cascada muy famosa en esa vía), unas chocitas en las que medio improvisado tienen una taguarita llamada: La Curva del Sabor, nos paramos a curiosear unos bocachicos colgados sobre las brasas. También venden trucha macerada en vino de mora (según es divina, pero ya no había porque se vende mucho), sancocho de gallina a la leña, pollo a la brasa y cochino frito. Pero no comimos, preferimos seguir en busca de algo que nos inspirara.
En la vía está La Viña II, una sucursal de un restaurant de mucha tradición en Mérida y en el cual hemos comido en otros de nuestros viajes. Estaba lleno, pero el local es bastante amplio, la atención excelente y la comida suculenta, que valía la pena intentar. Como su especialidad es en carnes a la brasa. Ambos optamos por el Churrasco Especial. Luego de unas cervezas frías nos trajeron el anafre (una pequeña parrillera con brasas en la que traen la carne asándose para que el comensal decida cuál es el término que la quiere disfrutar) humeante; a veces incomodo por el humo, pero en este lugar no, ya que la terraza es abierta y llega un frío agradable. En fin, comimos rico, la carne muy sabrosa, también los chorizos, chinchurria y morcilla, que acompañan al churrasco. La yuca, bollitos de maíz y arepitas con nata y queso, estaban buenos. La comida fue abundante y económica. Luego de almorzar, continuamos hacia Jají, disfrutando de la ruta llena de paisajes, de sitios y algunos dónde hospedarse, recorrerla es relajante aunque la carretera se encuentra en muy malas condiciones.
No se pueden imaginar mi sorpresa cuando al llegar al pueblo del siglo XXI, encontrarlo desolado (tuve la sensación de haber llegado a un pueblo fantasma). Vimos a turistas descender de los carros y poner la misma cara que nosotros, de impresión, espanto y susto. Sólo quería y pregunte en algunos locales: "Y qué le pasa al poblado que reúne en su seno la delicia de su estampa colonial que rememora las andanzas de 1610, cuando es fundado en tierras de los indios Xaxíes. Jají, el paraíso de la pesca en los torrenciales ríos truchícolas y la aventura presente en los caseríos de San Eusebio, que amparan el Paramito Piedra Blanca y la Carbonera, lugares donde aún se escucha el melodioso canto de la princesa Mistajá bajo la sombra de los bosques nublados. La respuesta fue lo que ya sospechábamos: “La ineficiencia gubernamental y el estado deplorable de casi toda la vía”, han sido el presagio de este desafortunado encuentro, la verdad es que perdida en los tupidos bosques, los apacibles páramos, los hermosos paisajes de los andes, la belleza de las flores y las bucólicas vacas pastando sobre el verdor, ignoré las señales que indicaban que ya no era lo mismo de antes. Espero que algún día recupere su esplendor.
Paseamos un rato, recorrimos las casitas de artesanías, nos quedamos un momento en la plaza para tomarnos fotos y luego emprendimos el viaje de regreso a la ciudad de Mérida, la cual queda a 40 min. de Jají.
Hicimos una parada en el Apiario Granja Las Nieves, de Martin González, para comprar 2 lts., de miel pura de abeja, 1 lt de compuesto de Chuchuguaza y otro de compuesto de Frailejón.


Por la noche después de descansar un rato, cenamos en el restaurant Altamira, mismo del hotel donde estamos hospedados, nos comimos unos ricos burritos, mi pareja de chorizo y el mío de pollo, ambos con todo. Paseamos un rato por la ciudad y el resto de la noche se perdió para la causa entre tragos y bailar, repitiendo el mismo entretenimiento de la noche anterior, pero esta vez en La Cucaracha Rancing Bar, después de todo hacía falta el descanso y la relajación etílica en cualquier caso.